Francesco Tonucci, en la
conferencia dada en el Parque de las Ciencias de Granada, nos habla de cómo la
escuela ha cambiado con el tiempo y cómo debe ser la escuela del futuro. Tal
como dice, si la escuela que tenemos no es buena para mañana, difícilmente será
buena para hoy.
La escuela de antes era una
escuela para pocos. Una escuela clasista. Una escuela cuyo papel fundamental
era el de completar la formación de los jóvenes que acudían a ella, de los que
solo tenían éxito los pertenecientes a familias sensibles, cultas o ricas, por
partir de una base. Con la llegada de las democracias, el derecho al estudio se
afirma. Pero sin embargo, la escuela sigue siendo de tan sólo unos pocos. Y el
por qué es muy sencillo: porque solo se interesan por aquellos que cumplen las
expectativas y no por los que les es difícil llegar a alcanzarlas.
La escuela de hoy no gusta a
nadie. En general, hay una pérdida de valores, unas veces por parte de la
familia y otras veces por parte del profesor. Los padres se han desligado de la
escuela hasta tal punto que han perdido la confianza y el respeto que antes
había en ella. Es increíble escuchar que ser maestro sea una de las profesiones
con más enfermedades profesionales en Italia, tanto físicas como psicológicas.
En definitiva, la escuela del
mañana debe ser una escuela de todos. Una escuela que guste a todos. Pero,
¿cómo conseguir esto? Tonucci nos propone las siguientes soluciones:
En primer lugar, lo que deben de
hacer las escuelas es poner las bases culturales de los alumnos por encima del
qué enseñar; ya que hay familias que se despreocupan de sus hijos, y en
consecuencia hará que estos no partan de la misma base cultural de la que otros
niños sí pueden partir.
En segundo lugar, la escuela debe
interesarse por lo que los niños pueden aportar a la escuela, en desarrollar sus potencialidades, porque
solo de esta manera seremos felices. Y una buena forma de conseguir esto es que
la escuela no sea una escuela de aulas, sino una escuela de talleres, en la que
cada alumno pueda asistir a aquel taller que más rendimiento pueda sacar de él.
Y por último, la escuela debe
apoyar la diversidad, pero no sólo de etnias o culturas, sino también de edades
en un mismo aula, de manera que los alumnos puedan elegir con quien
reconocerse.
Todo esto me lleva a decir que es
verdad que la escuela ha estado en constantes cambios. Cambios que no han dado
lugar a una mejor escuela, sino a una escuela diferente y aún con mucho que
perfeccionar. Pienso que no tiene por qué haber una mejor calidad de enseñanza
en la escuela privada que en la pública. Y estoy de acuerdo con Tonucci en que
la escuela privada reduce la diversidad, puesto que ya está haciendo una
selección de los alumnos según su nivel económico, aunque sus capacidades
intelectuales no lleguen al nivel que ellos esperan.
En mi opinión, la escuela de hoy
debe ser una escuela para todos. Una escuela en la que se eduquen a los alumnos
según lo que son, y no según lo que se quiere que sean, sacando de ellos lo
mejor de sí, y no tirando la toalla en el momento en que haya obstáculos. Y
para ello tiene que haber un cambio de mentalidad por parte de todos, tanto de
familia como de profesores.
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