Para empezar, ¿qué se entiende por motivación? La motivación
es un proceso mediante el cual se impulsa a alguien a llevar a cabo una acción,
con el objetivo de conseguir unas metas y de poner el empeño suficiente hasta
alcanzarlas. Ésta es fundamental para alcanzar el éxito en aquello que nos
proponemos, tanto en nuestra vida personal como profesional.
Basándome en esta definición, difícilmente un niño aprenderá
en clase si no está motivado, si aquello que le enseñan no tiene ningún interés
para él. La falta de motivación es una de las causas, sino la principal, del
fracaso escolar. Este es un gran problema al que se enfrentan los maestros en
el día a día. ¿Qué se puede hacer para que estos niños quieran ir a clase con
ganas, y para que se interesen por los saberes que se imparten en ella?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el método
transmisivo, predominante en la mayoría de los profesores, no ayuda a resolver
este problema. Es más, lo fomenta, porque los alumnos se comportan como
“grabadoras” de lo que los profesores le cuentan, limitándose a escuchar,
recordar y repetir los conocimientos, adoptando un papel pasivo y sin darse
ningún tipo de interacción con el resto de los compañeros.
La mejor metodología, en mi opinión, que sí motiva al alumno
es la constructivista. En ella, el alumno es el protagonista de su propio
aprendizaje, en el que el profesor sirve de guía y motivador mediante diversas
dinámicas y herramientas que utiliza, como pueden ser exposiciones, visionado
de películas, debates, etc. Con este método el alumno adopta un papel activo y
se favorece la interacción e intercambio de opiniones entre los diferentes
compañeros, lo que favorece el
aprendizaje, puesto que tal como dice Vygotsky, “la interacción social es el
origen y el motor del aprendizaje”.
Y a la hora de motivar a los
alumnos, no solo entran los maestros, sino también los propios padres. La
familia es la principal influencia en el niño desde que nace. Éstos actúan como
modelos de conducta y por tanto juegan un papel fundamental en la base de su
aprendizaje. El que los niños vean que sus padres se interesan por aprender y
alcanzar las metas que se proponen, no importando el esfuerzo que tengan que
realizar, influye de manera positiva en ellos.